La chica de la curva



La chica de la curva es el espíritu de una mujer que luego de morir en un accidente en una peligrosa curva ahora vaga y ayuda a los conductores que la recogen para que no les ocurra lo mismo.

Cuenta la leyenda que un padre de familia volvía del trabajo a casa por la carretera de las Costas del Garraf. Era una noche lluviosa, el frío empañaba el parabrisas y el cansancio empujaba sus párpados hacia abajo. A medida que avanzaba por la carretera, las gotas golpeaban con más violencia los cristales de su coche, que perdía estabilidad en el serpenteante trazado del asfalto.

El hombre agudizó los sentidos y redujo la marcha. En ese mismo instante, los faros del vehículo iluminaron la figura de una chica que, empapada por la lluvia, esperaba inmóvil a que algún conductor se apiadara de ella y la llevara a su destino. Sin dudarlo ni un momento, frenó en seco y la invitó a subir. Ella aceptó de inmediato, y mientras se sentaba en el lugar del copiloto, el chofer se fijó en su vestimenta. Llevaba un vestido blanco de algodón arrugado y manchado de barro. Por su pelo enmarañado, parecía que llevaba un buen rato esperando.

Reanudó el viaje y empezaron una distendida conversación en la que la chica esquivó en varias ocasiones la historia de cómo había llegado hasta aquel lugar. Hasta que llegó el momento idóneo. Con una voz fría y cortante, le pidió que redujera la velocidad hasta casi detener el vehículo. “Es una curva muy cerrada”, le advirtió.

El hombre siguió su consejo y, cuando vio lo peligroso que podría haber sido, le dio las gracias. Ella, con voz cortante y fría, le espetó: “No me lo agradezcas, es mi misión. En esa curva me maté yo hace más de 25 años. Era una noche como ésta.” Un escalofrío recorrió la espalda del hombre y erizó su piel. Cuando giró la vista hacia el copiloto, la joven ya no estaba. El asiento, sin embargo, seguía húmedo.


La santa compaña



Conocida también como Huespeda, Estadea, Compaña o Genti de Muerti, la Santa Compaña, su proveniencia está arraigada a las leyendas europeas pertenecientes a la Edad Media. En ellas se menciona la aparición de un grupo de muertos o almas perdidas ataviados con ropajes de explorador, a lomos de caballos y acompañados por perros rastreadores. Al igual que la Procesión de Almas, su acto de presencia era sinónimo de tragedias, tal y como indicaron varios autores a lo largo de los siglos XI y XII en sus escritos.

Lejos de ser un desfile de ánimas, la Santa Compaña conlleva un significado, un mensaje que debe ser entendido por aquellos que, por desgracia, tienen la “fortuna” de cruzarse con la Procesión. Aunque las personas que han sido testigo de su aparición abundan, la leyenda  por todos conocida destaca por el cómo y el qué, siendo éstas las principales características responsables de  insuflar respeto ante la sóla idea de cruzarnos con el desfile de espectros.

La Santa Compaña aparece encabezada por una persona viva, un mortal que en sus manos lleva desde una cruz, pasando por un caldero con agua según algunos testigos. Junto a éste, le siguen varios encapuchados en una perfecta fila que queda acompañada por cánticos y rezos. Portando una vela, así como una pequeña campanilla, la Santa Compaña dará el pistoletazo de salida a su marcha en plena noche, levantando a su paso una densa niebla, viento y por supuesto olor a cera.

Y esa persona elegida para dirigir a la Procesión, ¿Quién es?”. Según explica la leyenda, además de unos pocos elegidos que han presenciado el fenómeno, el mortal que encabeza la hilera de ánimas moría pocos días después -  debido a un repentino agravamiento en su estado de salud  o bien traspasaba su cruz al desafortunado testigo que se cruzaba con la Santa Compaña, siendo éste el nuevo “cabecilla” de la Estadea.

En caso de que os crucéis con las ánimas en algunos de vuestros periplos por el Camino en la noche, escapar de ella tiene solución. Desde realizar un círculo e introducirnos en él, pasando por tumbarnos boca abajo en el suelo, rezar y la vía más fácil… salir corriendo.

Entre los muchos lugares en los que podemos cruzarnos con la Santa Compaña en una de las siempre mágicas tierras gallegas, las Rías Baixas coruñesas son centro neurálgico para darnos de bruces con lo desconocido.


El sacamantecas



El Sacamantecas es un personaje del folclore hispánico. Se le suele representar como un hombre que mata, principalmente mujeres y niños, para extraerles las mantecas (grasa corporal), generalmente para hacer ungüentos curativos o jabones. Este personaje es caracterizado como un asustador de niños, y se utiliza como argumento para asustar a los niños y obligarlos a que regresen a casa a una hora temprana y tengan cuidado con los extraños. Es similar al Hombre del saco y al coco. Su origen se remonta al menos la Edad Media. Durante siglos se pensó que la grasa corporal, sobre todo de personas jóvenes y sanas tenía propiedades curativas, y que determinadas personas eran capaces de usar. De ahí surgió la leyenda del personaje, normalmente un vendedor ambulante, que asesina niños o mujeres para obtenerla. El término se popularizó de nuevo durante el siglo XIX y comienzos del siglo XX, debido a varios asesinos reales con similitudes con el personaje.

Ha habido varios asesinos españoles que actuaban como sacamantecas.

  • Manuel Blanco Romasanta (1809-1863), quien asesinaba y usaba la grasa corporal supuestamente para hacer jabones, y que se defendió diciendo ser un hombre-lobo.
  • Juan Díaz de Garayo (1821-1881), quien violaba, asesinaba mujeres, y que apuñaló o abrió en canal a algunas.
  • Francisco Leona Moreno (1835-1910), que asesinó al niño de siete años Bernardo González Parra para usar su sangre y vísceras como remedio curativo.
  • Enriqueta Martí Ripollés (1868-1913), prostituta y proxeneta, que utilizaba restos de los cuerpos de niños que asesinaba para hacer ungüentos.

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