La Llorona
Se cuenta que La Llorona es una mujer que deambula por las calles de la Ciudad de México en busca de sus hijos, a los que ella misma asesinó, enloquecida, durante una noche. Dicen que aparece en lugares por donde alguna vez pasó un río. También se dice que es una mujer muy bella vestida de blanco. Otros mencionan que sólo se alcanza a ver su silueta, que flota. En lo único que coinciden es que siempre que se deja ver se escucha un largo y aterrador grito: «¡Ay, mis hijos!».
Sobre el origen de esta leyenda hay varias versiones: una es la colonial, la cual se basa en las crónicas de Bernal Díaz del Castillo, quien participó en la conquista del Imperio mexica. Se cuenta que una mujer de origen indígena era amante de un caballero español y, cuando ella le pidió formalizar la relación, él se negó porque pertenecía a la alta sociedad. Este hecho desató la tragedia por la que su alma deambularía en pena.
Cuentan que esa noche la mujer despertó a sus pequeños hijos –un niño y una niña–, tomó un puñal y los llevó al río, el cual se encontraba muy cerca de su casa. Estando ahí, ciega por el coraje, los apuñaló varias veces hasta que los dejó sin vida.
El Silbón
Hace mucho tiempo vivió en la zona de los Llanos de Venezuela un joven, que estaba casado con una bella muchacha.
Un día, el chico descubrió a su propio padre golpeando a su mujer. Enfurecido, amenazó a su padre con mucha violencia. Pero su padre, lejos de disculparse, dijo que su mujer se lo tenía merecido. Esto hizo que su hijo, invadido por la ira, comenzará a golpearle.
Una vez que consiguió empujar a su padre y aprisionarlo en el suelo, agarró un palo y lo apretó contra su cuello. El muchacho no lo soltó hasta que se dio cuenta de que su padre había dejado de respirar.
En ese momento llegó el abuelo del chico (padre de su padre), y al ver lo que acababa de hacer, decidió darle un escarmiento: le ató a un árbol y le propinó numerosos latigazos en la espalda.
El abuelo frotó picante en sus heridas, y después, le soltó junto con un perro hambriento para que le persiguiera.
Desde entonces, nadie volvió a verle con vida. Bastante tiempo después, comenzaron las extrañas apariciones de un espectro que siempre aparecía de noche, y que vagaba como alma en pena. Muchos escucharon sus silbidos. Otros dijeron que llevaba a la espalda un enorme saco.
Existen varias versiones sobre el origen de esta leyenda
, aunque el personaje siempre es el mismo: un muchacho atormentado por un atroz asesinato que nunca debió cometer.
En una segunda versión, cuentan que en realidad el muchacho no defendía a su mujer, sino que era un chico consentido y extremadamente mimado, que se enfadó con su padre un día que éste regresó de la caza sin comida. En un arranque de furia
, le mató.
Sea como sea, el espectro temido siempre es el de un chico joven cuyos silbidos (que además sigue estas notas: do-re-mi-fa-sol-la-si), presagian algo malo.
En Venezuela dicen que si los escuchas cerca, puedes estar tranquilo, porque eso significa que el Silbón está lejos, pero si escuchas los silbidos en la lejanía, puede que el Silbón esté más cerca de lo que piensas.
El Pombero
Su nombre en guaraní es "Cuarahú-Yara", y significa "Dueño del Sol". Es el duende protector de la naturaleza, encargado de castigar a aquellos que dañan a los árboles o a los animales. Tiene el aspecto de un hombre mayor, feo, alto y muy peludo, aunque otros aseguran que es pequeño y gordo.
Se lo considera un ser amistoso si se le deja ofrendas por la noche como miel o caña y disfruta en particular del petí o tabaco; en comunidades urbanas modernas, se dice que pide marihuana u otros artículos ilegales. Duerme en taperas y hornos abandonados como el Tatakua. Posee una actitud lasciva con las mujeres, en particular con las embarazadas; es común en ciertas regiones rurales explicar embarazos insospechados por su actividad.
Se enoja excesivamente si algún cazador mata más presas de las que consumirá. Si eso ocurre, se transforma en cualquier animal o planta y con argucias induce al infractor a internarse en lo profundo del monte donde se pierde. Lo mismo sucede con el pescador, o aquel que tala árboles que no utilizará.
Generalmente, la gente del campo le pide favores tales como hacer crecer los cultivos en abundancia, cuidar de los animales de corral, etc. Pero después de pedirle un favor no deben olvidarse jamás de hacer la misma ofrenda todas las noches durante 30 días, porque si lo olvidan, despertarán su furia haciendo innumerables maldades en aquel hogar. Es capaz de llevarse la cerveza de una reunión dejando a los invitados en estado de conmoción. Si el Pombero es enemigo, se cree que uno está expuesto a innumerables peligros dentro del bosque, porque siempre con engaños, intentará desorientarlo y extraviarlo en la espesura. Algunas veces provoca extraños accidentes dentro de las casas, como por ejemplo que se cierren solas las puertas, o caigan utensilios de la cocina misteriosamente. Los que están enemistados con él, en las noches, suelen escuchar pasos y voces en los alrededores de la casa.
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